La desigualdad es un problema de toda la región latinoamericana y caribeña, pero es gigantesca en el país de mayor población, en especial cuando Lula candidato aludía a los 33 millones de personas empobrecidas con dificultades para su alimentación. En Argentina baja levemente la pobreza, pero se incrementa la indigencia, dando muestra del enorme problema que presenta la insuficiencia de ingresos en millones de personas para ambos países. La desigualdad es un dato relevante de la economía brasileña, de la economía argentina y de la economía latinoamericana y caribeña. Las propuestas de CEPAL, presentadas en el cónclave reciente de Buenos Aires son una generalidad, adaptativa a las tendencias económicas que define el capitalismo desarrollado, que, en rigor, son parte de la adecuación de los países en Nuestra América a la dinámica de acumulación capitalista, que define a la región como proveedora de materias primas. Si se pretende superar la actual situación es necesario apuntar a la radicalización de propuestas de transformación socio económica que coloquen en primer lugar las prioridades que demanda la sociedad empobrecida y superar las condiciones de explotación y saqueo a que son sometidos nuestros pueblos. Tanto Brasil como Argentina vieron una importante recuperación de la economía en el año 2021 con respecto del 2020, pero el 2022 los muestra con tendencia a la desaceleración sobre todo con la proyección del 2023 y más allá, algo en común, según la CEPAL para el conjunto de la región. Si consideramos la evolución de Brasil en los últimos años veremos un retroceso relativo a sus posiciones en el ranking mundial por países y pese a sostener el primer lugar en América Latina y el Caribe por su capacidad de producir bienes y servicios, su posición en el conjunto mundial está en retroceso. De ubicarse entre los primeros siete hace una década, al presente muestra una pérdida de varios lugares, relegando posición entre los primeros 12. Argentina arrastra problemas estructurales por largo tiempo, agravada con sus elevados datos de inflación que la colocan entre los más altos de la región y del mundo. Brasil y Argentina comparten problemas estructurales. Por un lado, hay una tendencia creciente a la primarización de sus exportaciones. Comparten al complejo sojero como el principal sector generador de divisas, del mismo modo que avanzan en los desarrollos productivos de hidrocarburos. Son dos países sin tradición histórico como grandes productores y exportadores de petróleo y gas, algo modificado en los últimos años por importantes reservas de hidrocarburos no convencionales. Ambos países tienen relaciones económicas y políticas de tipo complejo, en el plano económico un fortísimo vinculo tanto de Brasil como Argentina con China, principalmente por las exportaciones de soja y sus derivados. Y en el plano político la complejidad de una tradición histórica vinculado a Europa y a EEUU, matizado en este ultimo tiempo por Jair Bolsonaro que privilegió los vínculos económicos, especialmente con Rusia. Brasil es el país latinoamericano de mayor desarrollo comercial con Rusia, algo que se destaca en tiempos de guerra y búsqueda de aislamiento de Rusia, sujeto de sanciones unilaterales dispuestas por EEUU y sus socios políticos en el mundo. Argentina tiene una dualidad de relaciones con el mundo asiático, China principalmente, y el mundo occidental, especialmente condicionada por el acuerdo con el FMI y el peso decisorio determinante de EEUU en el organismo internacional. Tanto Argentina como Brasil tienen desafíos en términos relativos en cuanto son definitorios en lo que acontece en el Mercosur. Brasil se retiro de la CELAC en tiempos de Bolsonaro. Argentina preside ahora de manera temporal la CELAC, y puede ahora bajo la presidencia de Lula volver Brasil a la CELAC y plantearse un desafío para la integración regional que pueden potenciar Argentina y Brasil. Claro que se trata de una relación económica y política con todas las incertidumbres del cambio político que podría haber en Argentina en el 2023. Es incierto el presente y el futuro, no solo por las inestabilidades políticas, sino por la ausencia de una fuerza política popular movilizada y organizada que defina rumbos en ambos países, en donde las derechas aparecen con importantes grados de consolidación. América Latina y el Caribe vienen en una perspectiva electoral de cambio político en desmedro de las posiciones mas a la derecha que podría ir a contramano de lo que acontezca en Argentina en el 2023 y en el escenario institucional en torno a Bolsonaro. Por eso interesa considerar de manera muy importante las elecciones en Brasil y la no reelección del presidente, augurando ciertas expectativas esperanzadas, con límites estructurales muy fuertes. Lula asumirá la presidencia en enero de 2023 y hasta entonces, un “bolsonarismo” ensoberbecido podrá obstaculizar la dinámica cotidiana, condicionando al próximo gobierno. Interesa también escudriñar como puede evolucionar la relación de Argentina y Brasil para intervenir en el debate de modelo político, que planteo la propia CEPAL y más aún la CELAC, sobre todo en lo económico, no solo para Brasil y para Argentina, si no para toda la región latinoamericana y caribeña. Buenos Aires, 1 de noviembre de 2022.
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